¿Qué hay que ver en Ver lo que veo?
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La más reciente y muy extensa obra de Roberto Burgos es una concurrencia de monólogos, de voces provenientes de la marginación. La voz cantante, diríamos, es la de una mujer que hace lo que hace la mayoría de mujeres en las novelas de Burgos: esperar. Esperar con paciencia y resignación, lo que ellas mismas saben que no ha de llegar —en este caso, un marido que se fue hace siglos a buscarse la vida en Venezuela—, pero que sirve de pretexto para seguir viviendo. Como dice Javier Marías en Berta Isla: “Quien se acostumbra a vivir en la espera nunca consiente del todo su término es como si le quitaran la mitad del aire”. Solo transcurridos varios centenares de páginas, se nos revela su nombre, “¿Qué te trae por aquí, Otilia de las Mercedes Escorzia? Primera vez que decía mi nombre. Primera vez que lo decía completo. Me demoré en saber que era el mío. En el barrio nos llamamos con los nombres del cariño: abuela, vieja, madre, mis ojos, mi vigía”.
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