El extranjero: de Cazucá a la tierra
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El cielo ha sido un cíclope y el sol, como su ojo de fuego destilando odio a cada lengu?etazo. Su fulgor encegueció a Mersault, cuando apuntó con su revólver al árabe y descargó los cuatro tiros del tambor sobre la silueta del hombre al que no podía ver con claridad. Lo que hizo entonces, al no verlo, fue asesinarlo con el ímpetu de su corazón, con las palpitaciones de la sangre que bombeaba en su cabeza y le produjeron desesperación. Luego de los disparos, todo fue silencio y una extraña sensación, de liviandad quizás, de orfandad en el vasto mundo. Eso fue lo primero que pensé cuando Poveda, de quince años de edad y que integra un grupo de aceleración de un colegio de Bosa, al suroccidente de Bogotá, me contó su historia.
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