Rivera, 130 años después
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Hoy salí a buscar a Rivera y encontré su nombre en un edificio, en un barrio, en un colegio, en una revista, en una calle. Salí a buscar su voz y fui atropellada por el vuelo de los potros y su cara que contempla con tristeza el atardecer. Encontré una bienal, una fundación y una moneda con su rostro. Lo hallé en boca de intelectuales, académicos, poetas, maestros y políticos. Salí a buscar su casa en el Camellón de los Almendros y encontré gritos atrapados en las paredes que guardan la memoria de tiempos oscuros, como una dolorosa paradoja: calabozos e imágenes de terror; detenidos, torturas y desapariciones en los años ochenta; chuzadas telefónicas, seguimientos y falsos positivos en años recientes. Solo una placa me recuerda que allí nació José Eustasio Rivera.
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